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Actualizado el Martes 23 de Mayo de 2023


Votar con el estómago: una (triste) decisión racional


En estas elecciones, un análisis desde la sociología del poder de Max Weber, por Matías Edgardo Pascualotto, Máster en Historia de las Ideas Políticas Argentinas

Max Weber, representante de la denominada sociología comprensiva, caracterizó lo que denominó el “desencantamiento del mundo” a través del incremento, dentro del cosmos conductual de la humanidad, de los actos racionales con arreglo a fin.

Dicho tipo de acto, que, dentro de su tipología, forma parte de un conceptualización analítica de la realidad de la conducta, incrementaría cada vez más su presencia dentro del sentido impreso por el individuo a su acción, en detrimento de los actos racionales con arreglo a valores, los actos emotivos y los actos tradicionales, alimentando, con ello, un cosmos cada vez más utilizable, cada vez más racional y burocrático.

Un aporte más a la emergencia o acaecimiento de la jaula de acero, conceptualización de una sociedad que ha perdido su magia y apaga su alma.

Viene a cuento el tema respecto a la tristemente constante anécdota de cierta frase que se escucha en las calles, entre la ciudadanía, en medio de la crisis nacional argentina que da por tierra con toda posibilidad de progreso material y realización personal.

La dolorosa y, no por ello, menos valida frase reza: “votar con el estómago”. La cual merece algunas aclaraciones a la luz de análisis del autor que seguimos.

Primeramente, vale destacar que, por lo menos bajo este aporte científico, deberíamos tener presente que dicha actitud interna que lleva al análisis electoral a través de la ponderación de una capitalización en el orden de las conveniencias destinadas a la satisfacción de las necesidades básicas es totalmente respetable y válida. La dignidad de la misma radica en su análisis lógico- racional y punto.

Seguidamente, se imponen, y ahora sí, para los conductores de las decisiones de política pública, la responsabilidad de un análisis serio sobre el particular, teniendo presente otro punto destacable: ese análisis de voto racional con arreglo a un fin, el del estómago lleno, nos pone ante otra cosa.

Y esa otra cosa, siguiendo el hilo analítico, es la pérdida de esas otras esferas, la del acto referido a valores y de actos referidos a la emotividad, y aún, a cierta tradición. Todo ello, fomentado por un sector público incapaz de sembrar mínimas condiciones para el cultivo de una procuración existencial plena, no solo atada a una autómata sobrevivencia. He ahí el desencantamiento del mundo. El cosmos desencantado.

Ya no una idea, ya no un sueño, ya no un arraigo, ya no una esperanza, sino simplemente la olla y el cucharón, es lo que alienta a un voto “desde el bolsillo”, en una sociedad con ascendiente miseria, y en franco contraste con las geniales descripciones narrativas de Víctor Hugo y Sola, o la maestría pictórica de Ernesto de la Cárcova en “Sin pan y sin trabajo”, por citar algún ejemplo de crítica social desde el arte.

El ingrediente de la galopante inflación argentina, de la pérdida de empleo genuino que nos aqueja, quizás no sea totalmente “el mundo”, pero, por lo menos, forma parte de él. Estemos atentos, y que la biblioteca no sirva sólo para decorar los anaqueles presidenciales.

por Matías Edgardo Pascualotto, Máster en Historia de las Ideas Políticas.


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