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Actualizado el 31 de Diciembre de 1969


El Hombre Indicado


Luego del discurso de la señora Presidente una importante reflexión, sobre los que tratan de imponer valores a la fuerza y la manera que pretenden apropiarse de la historia comparando la epopeya de Don José de San Martín con la actualidad.

EL HOMBRE INDICADO 

No faltan quienes, muy convencidos de ello tras haber leído sobre él, sostengan que hoy San Martín debería ser nuestro gobernante.

Pero es un error pensar así, porque no estamos en su época, ni él en la nuestra, como tampoco él podría vivir para siempre.

Si estuviéramos en su época lo miraríamos con recelo, en caso de que no confiáramos en el triunfo del movimiento patriota.

Lo veríamos como a un aventurero que nos pone impuestos y nos saca los esclavos para la causa. No querríamos cobrar la mitad de nuestros sueldos; a regañadientes recibiríamos un bono para que se nos pagara en mejor ocasión.

Así pasó en la Provincia de Cuyo a su mando, claro, con los que no le tenían aprecio.

De serle contrarios, diríamos que se va a escapar con el dinero para depositarlo en una cuenta extranjera.

Ya se ha visto, los hombres públicos se han hecho esa fama y los impuestos nunca son gratos, cualquiera sea su uso.

 

¿Y si él estuviera en la nuestra?

En caso de que no estuviéramos dentro del partido político que lo llevara al poder, nos fijaríamos en cualquier cosa de su persona o sus palabras que nos resultara negativa.

Cada vez que tomara una decisión y la anunciara, diríamos que es un soberbio y que se cree que se las sabe todas. ¿Acaso no es lo que hacemos esto con las personas que nos mandan, desde los jefes de nuestros trabajos hasta los que nos gobiernan?

Nos fijaríamos en la forma en que visten y lucen su esposa y su hija. No dejaríamos de comentar con malicia las cosas que dijeran él o algunos de su familia inmediata.

Y si él fuera viudo hablaríamos de sus relaciones – ocultas o no.

Sí, mal predispuestos, porque esto es parte del ser humano.

Nadie es apreciado hasta que ya no está, y es de esperar que si desconfiaron de él cuando lo conocieron y lo vieron actuar en la Argentina, también pasaría ahora, por el simple hecho de que fue evaluado luego de años de sabérselo fallecido en otro país.

Nunca tuvo que gobernar a toda la Argentina, así que no se lo puede comparar con nuestros gobernantes nacionales. 

Sí gobernó Cuyo, y fue tildado de ladrón.

Ya en Chile, fue visto como con influencia sobre el gobierno de su sucesor mendocino Luzuriaga, cuando los fusilamientos de dos patriotas chilenos, y como con demasiada ascendencia sobre el director O’Higgins, y por esto también indirectamente se le imputó el asesinato del patriota Manuel Rodríguez.

Si gobernó Lima durante más de un año, a pesar de ser un cargo provisorio fue duramente atacado por la prensa.

Retirado en Mendoza, no faltó quien dijera que tenía intenciones de apoderarse por la fuerza del gobierno de Buenos Aires. 

Era un ser humano, y los seres humanos estamos sujetos a la maledicencia, y somos muy amigos de aseverar cosas que con toda certeza no hemos visto. 

El hecho es que hoy no lo tenemos, pero podemos saber qué nos diría, porque sus palabras nos llegan - gracias a los registros de sus cartas, anécdotas y libros que se le han dedicado.

De seguro diría que la voluntad de la mayoría debe ser respetada por la minoría, y que “hacen más ruido 10 hombres que gritan, que 100.000 que están callados”, refrán ajeno que cita en su carta a Castilla, presidente de Perú (1848).

Él era enemigo de los disturbios, y le dijo a Sarmiento que los argentinos necesitaban un gobierno fuerte, para que no volvieran las inestabilidades políticas, dejando ver que al pueblo sólo se lo puede gobernar con seguridad si se cuenta con la mayoría.

Se pronunció contra las intervenciones extranjeras, y puso su fe en la vida republicana.

Sabía, como se ha dicho ya, que los males de la democracia sólo se curan con más democracia.

Paciencia, no se los puede tener conformes a todos, y con más razón si hay signos políticos enfrentados.

Lavalle no pudo entender que los unitarios no tenían a la mayoría de los argentinos, y creyó que fusilando a Dorrego iba a poder extirpar a los federales.

San Martín manifestó tener mucha fe en este país, como en los otros sudamericanos.

Pero con desorden y violencia no se va a establecer un mejor gobierno.

Al contrario, si no proviene de la voluntad popular será resistido y se ha de venir abajo.

Respetemos lo que hemos logrado, lo que tanta sangre nos ha costado desde 1810.

Sólo así habremos aprendido de las enseñanzas del general al que admiramos.

Colaboración de Ricardo Enrique Falanga Herrera con ARNDiario


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