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Actualizado el 31 de Diciembre de 1969


Semblanza de Don José de San Martín


La apertura del año judicial del año 2011 se realizó en la Plaza Departamental de la Ciudad Histórica de San Martín, con la presencia de integrantes de la Suprema Corte de Justicia, integrantes del Poder Ejecutivo, del Poder Legislativo y del ejecutivo municipal.

En el año del bicentenario de la llegada de Don José de San Martín como Gobernador Intendente de Cuyo, estamos recuperando notas relacionadas con el prócer y nuestro terruño. En esta oportunidad reproducimos el discurso del Dr. Salvador Arnal en ocasión de la apertura del año Judicial 2011 

"Cuando nos encontramos al pie de alguno de los íconos que, como esta estatua ecuestre, nos traen al presente la memoria viva del Padre de la Patria, todas las voces se acallan”.

Se hace un profundo silencio, porque cuando se callan las voces y los rumores se apaciguan, comienzan a hablar las conciencias.

Y comenzamos a escuchar los mensajes desde lo profundo de los tiempos.

Escuchamos los mensajes del general San Martín, que nos señalan nuestra misión en el mundo: 'Serás lo que debes ser'; cada uno cumpliendo sus propias responsabilidades, a las que no nos es dado de renunciar.

Yo agradezco profundamente, y con toda sinceridad, a la Excelentísima Suprema Corte de Justicia, por haber elegido para realizar la apertura del año judicial, esta ciudad que por todos los costados renueva la memoria del Gran Capitán de los Andes que, cuando tuvo que cumplir responsabilidades de gobierno, fuera en Mendoza, fuera en Lima, propendió siempre a la división de poderes, nombró jueces probos, dictó leyes claras y precisas, aún con la firmeza que requerían sus tiempos y la seguridad de sus ciudadanos.

Estamos aquí, en esta tierra, donde lo tuvimos como nuestro vecino más ilustre.

Y el que vivió aquí en esta tierra, no fue cualquier San Martín.

Por cierto que no fue el cadete del regimiento de Murcia, ni el sargento mayor de Arjonilla, de Bailén o de Albuera.

No fue el teniente coronel del regimiento de Sagunto con los despachos reconocidos por el Triunvirato.

No fue el coronel de San Lorenzo, ni el coronel mayor que desde su ínsula cuyana construía y organizaba con pasión el Ejército de los Andes.

Quien tuvimos aquí como ilustre vecino, fue el general victorioso que había asestado el golpe letal al antiguo león en su leonera que desde Lima esclavizaba a todo el continente.

Fue ese general victorioso, que humildemente fue recibido en Tunuyán por uno de sus mejores oficiales, más queridos, al que él llamaba "hijo", el coronel Olazábal, y que desde allí se dirigió hacia su Tebaida, aquí, hacia su Tebaida, y que desde aquí engrandeció esta tierra, porque advertía que Mendoza, recostada al oeste sobre el macizo andino central, se proyectaba en forma definitiva hacia su oriente.

Aquí llegó, a su Tebaida; trajo sólo el estandarte de Pizarro, que fue el único trofeo que se llevó en toda su vida de guerrero. Había redimido a tres países, había salvado a un continente, cruzando con sus ejércitos las cumbres majestuosas donde los cóndores habitan y cuelgan sus nidos.

Estaba radiante de laureles, lo cubría aún el polvo de las últimas batallas; podía ser el dueño de un mundo nuevo. 

Pero pensó, y dijo, que un general afortunado era un peligro para las democracias nacientes. 

Entonces fijó en el mundo su mirada triste y honda. Buscó en la cuna de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad. Buscó en la Francia, el regazo para sus últimos días de proscrito voluntario y de libertador sin recompensas.

Y así fue a morir a Boulogne Sur Mer este romántico, que elegía a sus enemigos entre los fuertes e inventaba fraternidades con los más débiles, y que un día, jinete en su zaino de pelea con el brazo extendido como lo recuerdan sus estatuas, fijando su mirada en horizontes infinitos de luz y de esperanza, enseñó que los opresores no tienen lugar en esta América soñada.

Cuando volvió al país, no quiso desembarcar. No era amigo de la turba culta ni del desorden, y se encontró con que uno de sus mejores oficiales del regimiento de Granaderos a Caballo, el general Juan Galo Lavalle, había encabezado una revolución, había dado un golpe de Estado y había fusilado al gobernador de la provincia de Buenos Aires - también oficial que combatió al mando suyo y de Belgrano - el coronel Manuel Dorrego, y en uno de esos errores históricos de consecuencias impredecibles, lo había hecho ejecutar sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso.

Ése era el sentido de la justicia y del derecho del Padre de la Patria.

Estas cosas no pueden caer en el olvido. La construcción definitiva de la Patria no permite el olvido. Esta tierra que pisamos, que es histórica, no admite la indiferencia. Esta tierra había sido elegida por el Libertador para ser el lugar de su descanso y de su retiro - que eso quiere decir “mi Tebaida” - y creyó sinceramente que podía morir en su chacra de los Barriales, aquí en la Villa Nueva de San Martín.

No pudo ser. No pudo obtener el lugar de descanso él, que había vivido toda una vida de guerra y de guarnición siendo un amante de la paz. Guerra y sólo guerra; muerte y sólo muerte; sangre y sólo sangre, para este amante de la paz, de la libertad y de la justicia.

El Libertador, que había iniciado sus días seculares allá lejos, en la tierra donde los padres jesuitas enseñaban a humanizar el trato con los indios, en esa dulce 'Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú', a orillas del caudaloso Uruguay, el cantarino río de los pájaros, pensó en terminar sus días en esta tierra.

Seguir los ideales del Libertador en nuestro trabajo cotidiano, con humildad, y pensando en fortalecer los lazos de la Justicia, creo que es la mejor forma de rendirle culto a sus ideales, a reverenciar su figura y los valores que nos legara para siempre el Padre de la Patria. 

Discurso ofrecido en la plaza departamental de la hoy Ciudad Histórica de General San Martín, Provincia de Mendoza, por el señor juez Salvador Antonio Arnal, en su carácter de Delegado Administrativo de la Excma. Suprema Corte de Justicia en la Tercera Circunscripción Judicial.


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