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Actualizado el 31 de Diciembre de 1969


El General San Martín y el Clima


La tarde del viernes comenzó a llover en la zona Este y dio un leve respiro a los agobiados habitantes. Ricardo Enrique Falanga Herrera escribe en su facebook una anécdota de Don José de San Martín con respecto al clima de Mendoza.

RECORDAR AL CALOR CUANDO HACE MUCHO FRÍO

Guillermo tosía, de vez en cuando, pero no dejaba de masticar charqui, porque sabía para qué se usaba en las altas cumbres.

San Martín había empezado a perder la paciencia. Por fin, estremeciéndose, exclamó:

- ¡Pero qué frío! ¡Éstas en las que estamos, deben ser las montañas más altas del globo!

El baqueano le respondió:

- Así es Mendoza, señor, como usted la ve. Así como hace calor, también hace frío. Pero donde nos encontramos hoy, siempre es así. Aquí, el invierno no se puede soportar. La gente no podría vivir aquí, y lo más que podrían construir, son refugios para las tormentas como la que pasamos el otro día. Al menos, en el llano el calor y el frío se pasan.

San Martín contestó:

- ¡El calor! ¡Sí que en Mendoza hace calor! ¡Dios no permita que nos enfermemos, con estos cambios de temperatura tan bruscos!

- Calor hace en muchas partes, usted sabe, señor.

- Recuerdo cuando estuve en Bailén... Ese día fue terrible, espantoso, porque eso fue como estar adentro de un horno. No creo que en España se sintiera, nunca, un calor como aquél...

- ¿Tanto calor, hizo?

- Sí. Menos mal, siempre pienso, que esa batalla se inició apenas iba amaneciendo. Si empezaba más tarde, bueno... Ha querido el Creador, que yo probase los más fuertes ardores del sol y las más bajas temperaturas del planeta. Pero eso y mucho más, mientras me dé el tiento, estoy dispuesto a hacer, por lograr la libertad de estos pueblos que nos esperan.

Aparte del frío, la nieve era resbaladiza, y se había vuelto la cosa más peligrosa del paso de los Patos. Varios soldados y animales llegaron a caerse a los tantos precipicios, no siempre pudiendo ser auxiliados a tiempo. Al ir bajando la cuesta, se volvió más dificultoso. Ahí las mulas se ponían como locas, por la falta de equilibrio. Demasiado peso llevaban, para poder maniobrar con ellas.


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